sábado, 3 de abril de 2010

Rama, tallo, hoja

Deformas mi horizonte cuando te añoro
espero tu silencio sobre la casa calma
mas temo tus palabras por que las deseo,
me haces niña y me asusta, porque broto de nuevo.

Mis manos tienen vetas de madre-tierra
pero te empeñas en mirar su dorso
y encuentras caminos insospechados,
que cada caricia ensanchan.

Nunca sabemos lo que hacemos ni donde nos metemos
por eso lo realizamos y lo necesitamos
nadie me hablo de ti en mis cuentos de cama,
y te inventé para mi, cada noche exacta.

Ahora tejemos sueños con zarzas
y me enredo en ti con cada nueva lazada
las espinas dulces del verso acarician mi piel,
da igual si al final dañan.

Y bebo de tus labios la sabia tierna y dulce
se hace dosis que mi correcta vida acompaña
pero necesito mas en la madrugada,
creí que conocía mis vicios pero aún no se nada.

Quiero de ti y temo desearte
por que acaricias mi estomago en la distancia
lejanía estúpida impuesta a la fuerza,
y cuando mas cerca te siento, mas arañas.

Déjame solo soñarte con tu calma
siente mi cuerpo vibrar bajo tu letra
escucha mi respiración apresurada,
pero nunca me dejes vacía sin decirme nada.

El placer de tu presencia hueca
me acompaña en las horas en las que "soy"
en los espacios íntimos de mi alma,
¿me contaras algún día los secretos que me guardas?.

En cada despedida larga de las mías
pierdo algo de ti y gano algo de ambos
pero lo poco no vasta y deseo que ya sea mañana,
me estas haciendo perder el espacio de un día.

Rama en grano, tallo que tiembla, hoja que baila,
nunca me dejes que me pregunte. Por nada.

Para Noelia, quien apenas solo sospecho, pero que vive en el olor de la tierra y mi inmensidad de pixels plana.

© No me importa que copies mis palabras; la mala leche o el cariño con las que nacen me pertenece solo a mi. 2010



Patt, la bailarina

Aquel verano tenia que ser necesariamente como los demás, ya que todos eran mas o menos iguales, solo la lluvia los distinguía a unos de otros: el verano que llovió tanto, el que apenas cayo una gota, el de las lluvias tardías, etc.

Como siempre a esas horas, estaba aquella tarde en una loma viendo pasar las nubes y dándoles forma en mi mente, la brisa era suave y fresca, las vacas pastaban tranquilamente y nuestro perro de pastor “Terri” husmeaba agujeros en el suelo en busca de topos. Ese era su pasatiempo preferido.

Hoy me había tocado llevarlas a un prado desde donde se veía la carretera que atravesaba nuestro pueblo de apenas unas 20 casas. Pero daba igual, hasta mas tarde, que no pasase el azul autobús de línea ni un solo coche aparecería. Las nubes daban mas posibilidades de entreteniendo para una mente inquieta como la mía. El rumor del río de montaña se encargaba de la banda sonora de aquella procesión de calladas nubes. Las montañas que nos rodeaban daban poco tiempo a la imaginación, de forma que tenía que asignarles una forma más o menos lógica antes de que se ocultasen detrás de un pico o el de enfrente. Solo la silueta de alguna rapaz de las que ya no se ven me apartaba del “juego” de las nubes.

Estas aves disparaban toda mi imaginación y me veía allá arriba viendo todo como una poderosa ave, y soñaba con volar, soñaba con volar.

Baje la vista un momento, mecánicamente para observar que ninguna vaca había atravesado la imaginaria línea entre mojones que nos separaba de las hierbas del vecino, y una tras otra comprobé que todas estaban donde debían. Una sombra oscura y alargada me hizo girar la cabeza hacia la cinta de la carretera.

Era una hilera de vehículos variopinta que parecía una caravana como la de las

películas. Aquella novedad en la tranquila rutina me intrigo. ¿Por qué van todos tan juntos, por que no se adelantan y por que son cuadrados algunos de los vehículos?. Tenía en mi interior tantas preguntas que por un momento me olvide de mi trabajo y fruncí el ceño. Nunca había visto un remolque ni semejante cantidad de coches y camiones juntos.

¡¡Habían parado!!¡, delante de la taberna que hay a la entrada del pueblo. Me puse en pie, aun no se para que si la distancia seguía siendo la misma, pero así parecía que se veía mejor. Que un coche parase en ese perdido pueblo era una novedad inusual ya que salvo el camión del “mantequero” el del frutero y la furgoneta del panadero nadie lo hacia. Y de todos ellos conocía su silueta y el tono de sus bocinas perfectamente.

Cuando reanudaron la marcha estuve a punto de sentarme de nuevo, ya me extrañaba a mi (pensé), pero cuando entraron a la explanada donde jugaban los a los bolos di dos pasos adelante para poder observar mejor.

Aparcaron cuidadosamente, como cuando colocábamos el carro frente a la ventana del pajar, y comenzaron a bajar las personas que viajan.

El ladrido de Terri avisándome de que la “marsella” había cruzado los límites permitidos, me alarmo y me saco de mis conjeturas. Levante la mano señalándola y con la simple orden de “pásala” bajo como una flecha, la hizo dar la vuelta y la puso en la zona adecuada, el inteligente perro me miro hasta que sacudí mi muslo y volvió corriendo a mi lado moviendo su cola para recibir su recompensa, una caricia sobre su cabeza, con eso era feliz. Mientras hacia esto volví a mirar a los extraños vehículos y ya la tarde se hizo distinta. Hoy si tenía ganas de que el sol se pusiese y llevar las vacas a la cuadra, tenia que saber que era eso. Seguro que todos ya lo sabían en el pueblo y yo arriba seria el único “atontado” que no se habría enterado.

Después de cenar apresuradamente, me puse me puse mi roído jersey y tras saltar dos o tres vayas de piedra que me atajaban para llegar a “ca Pedro”, que así se llamaba la taberna-tienda de la entrada del pueblo, me uní al coro de contertulios que especulaban sobre los “visitantes”. La polémica parecía ser si eran gitanos o no. Yo como no sabia que eran los gitanos intente aprender algo callado y solo escuchaba.

El herrero contaba historias de lo que le habían contado sobre lo que hacían los mencionados gitanos, y llegue a la conclusión de que no podían ser buenas personas, lo que le daba mas emoción a la visita, ¡al fin pasaba algo excitante en el pueblo¡. El cura, mientras apuraba el último (hasta el momento) vaso de vino dijo que eso eran habladurías, y que eran almas del señor como las demás.

La verdad es que con la cortina de humo de los cigarrillos ver allí dentro no era fácil, pero cuando alguien entro y creo una pequeña corriente de aire me fije en un cartel que nunca estaba allí. Me aparte de la mesa y fui a leerlo: “gran circo del norte”, muchos animales raros en brillantes colores colocados unos sobre otros, y en los huecos mas letras “Tarzán el lanzador de cuchillos”, “Los caniches amaestrados de Lulu”, “Patt la bailarina de las mil danzas”, “Stron el hombre mas fuerte del mundo”… y abajo “próximamente en esta localidad”. En eso estaba yo, que no entendía casi nada, cuando la puerta se abrió de nuevo y se hizo un profundo silencio entre los parroquianos. Esta era la señal para saber que algún extraño había entrado, así le gire la cabeza. Hasta el humo se colgaba quieto en el pesado aire.

Era una mujer mayor, yo acaba de cumplir 18 años y todo por encima de eso era “mayor”, tendría 40 o así, mayor, vamos. Pidió dos botellas de vino con una voz que se me antojo dulce. Desde luego no era como el de las mozas de aquí, acostumbradas a chillar a perros y vacas cuando las ordeñaban. Pago, se despidió en general con un “buenas noches” y se dirigió a la puerta. Ahora venia directamente hacia mi y podría comprobar como era un “gitano” de esos, y desde luego yo estaba en una posición privilegiada.

Llego con la vista ligeramente baja y no le veía bien la cara cosa que me fastidiaba mucho, pero me fije en su cuerpo, era muy bonito. Sus curvas como hiervas cuando están crecidas no eran como las de mi madre, ni las de mi hermana, a pesar del chal que la cubría cuando paso a través de la luz del mostrador me quede maravillado de aquella silueta juncosa y tan poco habitual.

Un poco antes de llegar a mi altura, abrí el pomo y empuje la puerta para facilitarle el paso, como me habían enseñado los mayores. Cuando levanto la vista y vi su cara, ¡Dios mío¡, era la cosa mas linda que había visto, esta se grabo en mis retinas a fuego, un sutil “gracias” y un leve cruce de miradas bastaron para que todo interior temblase.

Cuando cogí la silla, la monte a horcajadas, y me acerque de nuevo a la mesa los contertulios ya habían reanudado sus especulaciones. Pero yo ya no estaba allí. Me toque la frente, y pensé que habría cogido un mal, pero no obstante los síntomas no eran los habituales. Pero me encontraba mal, necesitaba aire, saque la gorra de mi bolsillo, metí mis manos en los pantalones y empuje la puerta. Me apoye sobre la pared, ya fuera y mire hacia el cielo. Había esa noche una delgada luna en creciente, pero allí arriba iluminaba la calle como si fuese llena, el limpio aire no ofrecía resistencia alguna a sus rallos. Volví a casa lentamente. Esta vez ni me molesto que el perro de Santiago saliese a mi paso a ladrarme. Sus cejas eran arcos perfectos, finos, su barbilla graciosa y afilada le daba un aire de hada mágica, de esas que Don Simón el cura reniega pero que yo se que existen, me lo contó mi abuela, y ella si que sabia cosas.

Sus pómulos redondeados eran como esponjosos, y aquellos ojos que miraban a través de uno me habían hecho enfermar, estaba seguro. Esa persona no era como nadie que recordase desde mi infancia y me esforcé en buscar parecidos.

Cuando me metí en la pesada cama mi mundo estaba completamente destrozado, ni el búho real, ni el sapo, ni ningún canto nocturno escuché. Solo su rostro, su “gracias” cabían en mi cabeza y, extrañamente, su cuerpo. Nunca antes había mirado el cuerpo de una mujer, ni me llamado la atención de aquella manera.

Mañana no me importaba a que prado tendría que llevar a las vacas, ni cualquiera de mis labores habituales me importaba, solo tenia una cosa en la cabeza: que estrategia tendría que seguir para volver a verla y saber quien era, el resto carecía ya de importancia.

Cuando en la mañana ayudaba al abuelo a uncir el carro este me dio un capón y me soltó un: ”¿estás atolondrado?, sujeta bien la “mullía” (soporte acolchado sobre el que se apoya el yugo), no ves que se puede hacer daño la vaca en el cuello”. Me dolió mas el no hacer las cosas bien que el capón y me centre en la labor. Pero si, estaba “atolondrado”, me lo merecía. El resto del día me esforcé en realizar cada una de mis funciones bien, el abuelo era muy estricto y serio con su trabajo, y no quería enfadarle, le admiraba demasiado para eso.

Las horas pasaron ese día de una forma tan pesada como jamás había sentido, eran larguísimas, pero como nadie usaba reloj no pude medirlas. Me dirigí de nuevo al cartel, no hable con nadie, solo quería saber algo mas de ella, y quizá allí esta la única pista. Me di cuenta de que el que había dibujado esto no era un buen artista, ya que hasta la cara del Terri que había hecho yo era más natural. Pero eso si tenía unos colores que en mi pueblo no existían. Lo escudriñe milímetro a milímetro y repare en una bailarina que estaba sobre el lomo de algo parecido a un tigre, ya que el de la enciclopedia era distinto a ese. La silueta de aquella persona bailando era lo único que se parecía a lo que vi la noche anterior, y me dio un vuelco el corazón, ¡ya sabia su nombre¡, tenia que ser Patt, la bailarina. Aunque el nombre era raro para mi, me apreció precioso. Aquí todas tenían nombre de vírgenes y pensé que seria el de una virgen del país de los gitanos esos. “Patt”, me repetí, ¿Por qué dos “tes”, si con un bastaba?, es igual es precioso, tiene que ser ella.

Intenté es anoche acercarme a donde estaban aparcados los coches y sus curiosos remolques, pero el ladrido de un perro desconocido me hizo cambiar de idea. Sabía que seria inútil la labor, los perros que llevaban me olerían a muchos cientos de metros antes y no sabia si estos mordían. Volví sobre mis pasos y reconstruí de nuevo su rostro sobre el techo de la habitación, aunque mi corazón se aceleraba y me estomago me decía que no había cenado, cuando acababa de terminar mis patatas, me sentía raro, pero ahora sabia que no estaba enfermo.

Para que fuese más real imagine que recorría con mis dados el arco suave de cada una de sus cejas, sus pómulos y la barbilla hacia su cuello. Una y otra vez, hasta que me dormía con el gracias de su voz. Pero ponía el cartel, “gran función, los sábados”, igual, si el maldito sábado llegaba de una vez podría verla de nuevo, los perros estarían atados, y vendría gente de otros pueblos, como en fiestas.

Cando la noche del sábado llego, me lavé como si seria domingo, cosa que hasta a mi me extraño, ya que solo me gustaba nadar en el río, no tenia la paciencia necesaria para la pila de la cocina.

Había mucha gente alrededor de aquel círculo con sillas. El dinero que costaba la entrada por supuesto que no lo tenia ya que con la venta de la leche de nuestras cinco vacas no éramos ricos precisamente, pero como conocía bien la zona enseguida encontré un buen punto de vista, había un chopo con una horquilla bastante cómoda para ver sobre la valla del circulo y evitar pagar un dinero que no tenia.

Desde allí, una vez buscada la postura mas cómoda posible, vi entrar a gente que conocía y otros que no, pero que sabían de que pueblo eran. Juntaban sus sillas y miraban hacia el centro, les envidie, pero tampoco mucho. Mi vista era buena y me lo pasaría bien aquí. Además tenia en mi boca esa hierba con sabor a chicle de menta que me servia para cuando no tenia que hacer nada. Estaba preparado.

Había luces de colores, un grana ajetreo por donde entraban los participantes, pero los grillos seguían su incansable canción veraniega y no parecía ocurrir mucho hasta que se pagaron las bombillas del circulo y sonó una muisca que se me antojo estruendosa, un señor con un traje que brillaba mucho se acerco al centro con un micrófono y dando las gracias a los que habían ido presento los primeros participantes. La verdad es que era entretenido, los animales me daban un poco de pena ya que mis vacas estaban mejor cuidadas pero era emocionante ver esos animales venidos de tan lejos, la gente reía unas veces, otras se asustaba con un “ohhh” profundo si un cuchillo e acercaba demasiado a la persona que estaba sobre una tabla, pero yo solo esperaba a Patt, y comprobar que era la bailarina, ...llego el momento, el presentador dijo: “y ahora con todos ustedes, la gran bailarina, llegada de países exóticos…. Patt, la que danza con las nueves… esta noche nos interpretara un fragmento de un ballet de “chaikosqui”….a ver ese fuerte aplauso”.

Aplaudí yo también, bajito, mientras contenía mi respiración. Ni sabia quien era el cantante ese “chaikosqui” ya que en las verbenas nunca habían cantado nada suyo ni que país era “exótico”, pero poco me importaba. Por primera vez se apagaron todas las luces y un cañón de luz apunto a la cortina, una extraña música comenzó a sonar, no tenia ni batería, pero era bonita, cuando apareció por detrás de la enorme cortina y se dirigía al centro pude comprobar que era ella, no había duda, el vestido aquel de gasas azules, que se me antojaba hecho de telas de araña, dejaba ver una silueta que me era muy familiar, era Patt, ya sabia su nombre.

Lo que paso después me seria difícil de contar. Aquella chica no bailaba como las demás del pueblo el día de la patrona. Ella no tocaba el suelo, mi mente se esforzaba en buscar comparaciones para no olvidar. Solo los pequeños remolinos de un arroyo, las hojas de los chopos moviéndose como un prado, o las nueves danzando en un día de mucho viento se podían parecer a lo que allí veía. Pero tampoco era eso, era tan bello que una lágrima se me escapo. Mire alrededor, no sea que alguien me hubiese visto, pero a los grillos y la lechuza que compartía el espectáculo unas ramas mas arriba, no pareció importarles demasiado.

Cuando termino tan mágico baile casi me voy al suelo al soltar mis dos manos para aplaudir, pero después pensé en que no seria bueno llamar mucho la atención, y aplaudí como “bajito”. Ella se dirigió por la parte de atrás a su extraño remolque e impulsivamente pegue aun salto hasta el suelo sin calcular muy bien la altura ya que a poco me voy de “morros” al suelo. Solo me ortigue una mano, e eso ya estaba acostumbrado.

Yo la seguí dando un rodeo como había visto hacer a las comadrejas para acercarse al gallinero, eso si que lo sabía hacer bien y a que tenía practica en cazar pájaros, y nadie me vio. Cuando me agazape en unos matorrales no me fijé en las zarzas, ni en nada, solo que era una buena posición y podría ver de nuevo su cara. Cerró las cortinas de la pequeña ventana y poco pude ver, pero luego otra mágica danza se me ofreció, gratis de nuevo. Estaba desnudándose, y aunque la cortina difuminaba un poco su silueta podo ver le cuerpo mas maravilloso que jamás soñé con ver. Solo la virgen de la iglesia debajo de sus ropajes podría tener un cuerpo tan bonito. La estatua de Nuestra Señora del Carmen hasta entonces había sido la mujer mas bella para mi, eso cambio aquella noche.

Cuando apago la luz, caí hacia sentado atrás y una zarza me avisó que no había elegido el sido el sitio apropiado para hacerlo. Entones volví a la tierra y me di cuenta de que era de los últimos. Temiendo a los perros, salí como alma que lleva el diablo de los arbustos. Esa noche no pegue ojo, pues ya no imaginaba mis dedos sobre su rostro, sino recorriendo cada palmo de aquella mágica silueta.

Tres semanas después, gracias a las propinas de Don Gustavo, ese si que tenia dinero; conseguí sacar lo suficiente para ver a Patt de cerca, sentado en una silla, ya me dolía un poco la rabadilla de la rama del chopo. Cuando entre corrí como un corzo para estar en primera fila, en el centro, delante de ella. Como aun quedaba tiempo y me sabia todos los números de memoria me entretuve mirando aquella carpa descolorida y sin techo, en recordar lo malo que era pescando el sobrino de Don Gustavo, pero que gracias a el había conseguido el dinero para estar allí, en las cuerdas y cables que cruzaban sobre mi cabeza para los trapecistas y todo comenzó una vez mas.

Los payasos ya no me hacían reír, los animales “salvajes” ya no llamaban mi atención, solo esperaba a que saliese Patt, ni la gente de alrededor me importaba, ni la estruendosa música, ella era lo mas bonito de aquella especial noche. Cuando el cañón de luz la apunto, esta vez con un traje verde ya todo era vacío y silencio a mi alrededor. Mis ojos y me sentidos estaban en cada paso, en cada giro, en su cuerpo flexible me recordaba las llamas de las fogatas de San Juan danzando, meciéndose sin dificultad alguna y desapareciendo para fundirse con la noche estrellada.

Si desde mi árbol era algo precioso de ver, desde la desvencijada silla creía que podía oler hasta su perfume, fue algo mágico. Pero sabia que tenia que acercarse aun mas, me conocía cada paso y hacia el centro de la canción se acercaría a mi silla pues se detenía allí brevemente mientras su pierna subía con suavidad al ritmo de la música. Esta idea me aterrorizaba y al esperaba a la vez. No se desde que aprecio en mi pueblo todo había sido tan confuso que ya no me preocupaba entender a mi cabeza.

Cuando lentamente avanzo hacia mi no tenia ni idea el cataclismo que sufriría mi estomago aquella noche. Llego se detuvo, vi sus ojos cerrados, concentrada en cada paso, fue levantado su cabeza a la vez que su pierna ascendía, y en un momento dado, cuando yo ya ni podía respirar, inusualmente abrió los ojos y se chocaron con los míos. No se cuantos segundos duro esto, pero noté como la silla se deshacía debajo de mi. Solo cuando dio un brusco giro y siguió con la danza lejos de mi pude coger aire, y creo que tarde demasiado, estaba mareado.

Yo, pensando que estaba en mi chopo, y que no había prisa alguna, ni me di cuanta de que todos estaban ya saliendo, seguía mirando al punto exacto donde ella tenia sus ojos hace un momento. Ni siquiera vi llegar a aquel hombre de pequeña estatura hacia a mi, en realidad no sentía ni el viento alrededor, no sentía nada.

¡Oiga¡, ¡oiga¡, repitió… cuando mis oídos reaccionaron, y baje la vista le vi allí, en la pista, con una casaca roja y pegue un salto de la silla, creí que me venia a echar, y me sentí tonto, antes de que pudiese girarme me dijo en tono amable: “no, no se preocupe, solo quería decirle que la señorita Patt quiere hablar con usted, si me acompaña yo mismo le llevare hasta su caravana”. La cara de tonto que debí poner aun no puedo imaginármela; con mi mano en el pecho, y tras mirar rápidamente a izquierda y derecha solo alcance a decir: “¿a mi?”. Claro no hay nadie más. Y otra vez me sentí como el mas estúpido de los del pueblo.

No entendía nada, pero aun así le seguí, con más miedo que el que tiene un cerdo la fría mañana de una matanza, pero le seguí. Cuando subí los dos o tres escalones y toque la puerta con temor, no me di cuenta de que mi gorra estaba siendo aplastada en la otra mano con tanta fuerza que nadie me la podría haber

arrebatado. Un “adelante” desde detrás me indicaba que podía traspasar la barrera que separaba de ella. Jamás en mi vida había abierto una puerta tan lentamente, tenia miedo de romper algo y todo mi ser temblaba hasta mi voz. ¿Te ha gustado el espectáculo?, me dijo desenfadadamente. Si, siii, respondí tímidamente. “Siéntate mientras me cambio” y desapreció detrás de un biombo. Como si eso la protegiese de las imágenes de mi retina, yo aun sin verla volví a imaginar su silueta como detrás de una cortina y el pánico casi se apodera de mi, ¿me habrá visto escondido?. Quería salir corriendo en ese momento, pero ninguno de mis músculos quería obedecer y no tuve más remedio que quedarme paralizado.

Salio con una bata que parecía calentita, se sentó junto a mí y creo que me ofreció algo para beber, se lo agradecí pero creo que nada podría pasar en ese momento por mi garganta.

- ¿Cómo te llamas?, Ángel, respondí, tan bajito que tubo que acercar su cabeza un poco mas a mi.

- Yo Patt, me dijo. Como si yo no lo subiera perfectamente. Encantado, balbucee.

- Sabes Ángel, desde la primera vez que nos vimos, ¿en la taberna,

recuerdas? he estado pensando en ti. No se, vi que eras especial, y conozco a mucha gente. Pero como nunca mas apareciste pensé que no te gustaba, hasta que esta noche pose mi mirada en tus ojos.

- ¿Qué yo, que y te …gusto?. Si no me desmayé en aquel momento, debe de ser por que algo de oxigeno aun llegaba a mi cerebro.

- Pero, pero.. (parecía subnormal mientras balbuceaba), pero, ¡si no sabe nada de mi¡.

- Solo lo que vi en tus ojos en tus delicados gestos, pero me gusto. Y no me trates de usted, me haces más mayor.

- Pero usted… perdón tu, tienes que tener por lo menos 40 años, ¿no?.

- ¿Y?, ¿te gusto menos por eso?

- No, no, es; eres la persona más bonita que jamás he conocido. Cuando bailas tu cuerpo me hace sentir libre, y volar como los quebrantahuesos sobre la peña. Pero solo soy un pastor de vacas, y no temeos dinero ni para libros que es lo que más me gustaba antes de verte a ti, ¿Qué te puedo ofrecer yo?

- Tu cariño, tu amistad, tu ternura lo que he intuido que eres, y la puerta de los que sientes, que es algo muy difícil de encontrar.

- Pero tú eres mucho más bonita que yo, seguro que muchos chicos quieren estar contigo.

- Si, pero la diferencia es: ¿con quien quiero estar yo?

Al decir esto, poso su mano sobre mi muslo, me miro a los ojos y no se cuanto tiempo estuvimos así. Ninguna ortiga antes me había quemado tanto, ningún atardecer había sido como aquella mirada y ninguna gorra había sido tan aplastada de aquella forma tan cruel.

- hoy vi en tus ojos (prosiguió) que yo te gusto, y me gustaría que estuviésemos mas tiempo juntos, que me muestres tu vida, que me ayudes aquí en el circo, ¿si puedes? y sentirte a mi lado. Que demos una oportunidad a lo que sentimos y que también tenemos derecho a ser felices, aunque nuestros mundos sean tan diferentes, ¿quieres que lo intentemos?

- ¡Si¡, respondí; como un muelle que salta después de estar sometido mucha presión y se siente liberado.

Después de eso sus labios se posaron en los míos, su mano se metió en mi pelo ensortijado y todas las luces se apagaron, los sonidos cesaron y sentí la tierra girar sobre su eje a toda velocidad dentro de mi estómago como un estruendo callado.

Cuando retiro sus labios ninguna palabra surgía de mi, alargarme mi mano, mis dedos recorrieron el arco de sus cejas, igual que en mis sueños, mi dorso acaricio sus pómulos y cada graciosa curva de su barbilla, bajo por su fino cuello y descanso al comienzo de sus pechos. Era tal mi excitación que pegué un salto y salí despavorido de su cercanía… “mañana te vengo a buscar, Patt”. La deje con una sonrisa en la boca, sus manos entrelazadas entre sus muslos y sus hombros encogidos. “Vale, te esperare” y me lanzo un beso.

No vi escalones, ni puerta, ni una caja que casi me hace caer, ni personas ni animales. Solo me fijé en que alguien aquella noche puso mas estrellas en el cielo de lo habitual, y que brillaban con tarta fuerza que se apagaría pronto su brillo si lo seguían haciendo así. Si los científicos hubiesen buscado a la persona mas feliz del universo en aquellos momentos, la habrían encontrado allí, en aquel pequeño pueblo, entre las montañas, ese era yo; o al menos eso me parecía.

A la mañana siguiente, como ya estaban segados casi todos los campos, el abuelo me dijo que llevase las bacas donde quisiese y pensé en el prado aquel que un arroyo parte por la mitad, con fresnos de agradable sombra al lado de las cuevas, eso le gustaría a Patt.

Deje al Terri al cuidado de las vacas, el ya sabia lo que tenia que hacer y en una carrera me presente en la puerta de su caravana, llame, y como un niño le dije “ya estoy aquí”, ella sonrío, me acaricio la cara con el dorso de su mano, y me dijo, “un momento, que cojo un pañuelo”. Dios de día era aun más preciosa, todo a mí alrededor era mas bello, paso el mensajero de pequeña talla y me saludo con su manita y una sonrisa. Hice lo mismo y me fije en los quehaceres diarios de aquella gente. Los niños corriendo, la ropa brillante colgada en las cuerdas, la alegría que desprendían.

Cuando ella salio le explique donde la llevaría y lo que le ensañaría. Ella sonriendo me dijo “tu eres el guía de tu mundo, donde tu quieras”.

Aun recuerdo como le enseñe día a día todos los sitios que eran mágicos para mí. Las cuevas y sus terribles secretos, los trucos para coger truchas a mano, y sus escondrijos, donde dormía cada pájaro, como cazar murciélagos con la boina del abuelo, y todo lo que había sido mi vida hasta ese momento.

No me importaba lo que mis amigos comentaban por estar con alguien mayor que yo. Ni los cuchicheos de las viejas a mi paso ni lo que mis padres opinaban de aquella relación. Solo me importaba su sonrisa recostada en prados de hierbas, su dulce rostro, nuestra felicidad cada vez que nuestros deberes nos permitían estar juntos. Nuestras pieles ardiendo en contacto, nuestras manos entrelazadas, su largo cabello meciéndose al ritmo de la hierba en los prados, su mirada perdida en el horizonte cuando tocaba para ella con la flauta que un día el abuelo hizo para mi. Su cuerpo de junco en el río, nuestras interminables caricias y conversaciones los nuevos sonidos y olores que aprendí con ella, su larga cabellera formando un cesto entre mis dedos el placer de una sexualidad ardiente unas veces y calma otras que me hacia flotar sobre sus montañas y mis montañas. La verdad, es que su felicidad era lo único importante para mí.

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Hoy ya soy mayor, mis manos tiemblan y mis piernas casi no pueden andar. Mi memoria ya no es lo que era, y recordar todo esto ha supuesto largo días de esfuerzo buceando en mi cabeza.

Por mas que lo intento, no consigo recordar que paso con aquella bella mujer, no se si nos casamos y ya falleció, o se si se marcho algún día y me dio miedo seguirla, cambiar mi vida, no se si nuestro amor termino, o vivimos juntos por siempre. Solo recuerdo lo feliz que fui con aquella mujer y por eso he querido plasmar en este papel mis felices recuerdos antes de que mi memoria me abandone para siempre y así recordarla infinitamente cada vez que lea esto.

Patt, no se donde estas, pero siempre estarás ya junto a mi, aunque mi memoria reniegue de mi, tu me ensañaste a querer, y eso es lo mas importante que un ser humano tiene que aprender.

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Hay quien opina que "los cuantos tienen que tener un final feliz", sino no son cuentos. Y yo me pregunto: ¿a todos los seres humanos nos hacen felices las mismas cosas?.

© No me importa que copies mis palabras; la mala leche o el cariño con las que nacen me pertenece solo a mi. 2010