miércoles, 30 de septiembre de 2009

Hola; ¿Qué haces?

...nada aquí sentado,
en una plaza  de lo que nos queda de España.

Escucho a una guitarra apalear 
unas torpes estrofas,
de cantautor, que contra su pecho
imagina pareados imposibles.

Dos gorriones revoltosos 
se enredan con los cansados rayos de sol,
que resbalan sobre hojas agotas,
después de dura jornada.

y dos adolescentes de cuarenta años,
-de los de nuestra época- que torpemente.
engatusan con sus hazañas
a alguna mujer separada.

Nada aquí, sobre una silla de falso plástico
teniendo cuidado de que su publicidad 
no se me clave en la espalda,
la postura no es cómoda, pero es lacia.

Y miro la taza, teñida de pringue a café,
repaso sus bordes con calma, y dosifico los sorbos
sin por ello dejar de oír el mar de coches
bramando a mi espalda.

A pesar de las hojas doradas,
nos sisaron el otoño,
nos robaron la calma,
y mañana, tampoco nada.

Y dos que se conocieron por chat
en entrecortada charla,
gastaron tantas palabras ya,
que el incomodo silencio los abarca.

Nada aquí, mirando al tiempo a la cara,
en un desafiante pulso ka no vale para nada,
pero algo hay que hacer,
cuando el trabajo falta.

Y niños sentados, separados por padres
que con sus bip, bip, bip, menean las piernas
y como flecos que cuelgan a los bocadillos acompañan,
pero ya no juegan, ni corren ni se enfadan.

La paloma coja, el perro esperpento
y su dueña estirada. El barrendero vago,
la fuente extraña, las pintadas donde siempre
y las niñas con escotes amenazan.

Veinte casa vacías rodean la explana,
sin claveles ni bicis en sus barrotes.
Sin cortinas ondulantes, sin calor, sin nada.
Solo una persiana estándar, sucia bajada.

Nada aquí, soñando con infancias gastadas,
carreras al que te pillo, y murmullos pasados, 
de pelotas, combas, chapas,
y chorizo por etapas.

Don Celes jugando al mus,
mesas de hierro que aguantaban,
charlas en alto, animadas.
Las radios sonando a cartón en cada ventana.

El eterno mantel de doña Paca,
las sillas de mimbre y limonada.
las hojas sonando bien fuerte,
avisando que la estación se acaba.

Pago mi café y me marcho,
de propina, nada. En la pinza de las vueltas
solo leo palabras que no dicen nada:
"gracias por su visita, vuelva pronto"
como si vuelta alegrase algo la plaza.

© No me importa que copies mis palabras; la mala leche o el cariño con las que nacen me pertenece solo a mi. 2009

sábado, 12 de septiembre de 2009

Era mi casa

Vivo en una casa que es como un señor tripas arriba.
Solo veo gaviotas pasar por sus ventanas.
Pero cuando llueve, se le empapan las gafas,
y parece que el señor esta triste, pero no pasa nada.

Desde aquí no veo el suelo,
ni la gente mala.
Y los muebles se agachan y doblan la espalda.
En mi casa los bajitos son felices, ellos tienen mas distancia.

Cuando sopla mucho el viento,
todas las tejas bailan.
Y las nubes salen corriendo, para estar en otro sitio mañana.
Tienen que regar los campos y mojar las aceras.

Como los oídos están para arriba,
tampoco oímos nada.
Pero si escuchas atento, oyes la mar lejana.
Como en plegaria, calma.

Cuando las musas llegan,
se llena toda la sala.
Hasta la pobre perra, tiene que andar de espaldas.
Pero nos apañamos, la compañía es sana.

El sol cuando entra,
es cuadradito y las baldosas saltan.
Todas quieren recibir un poco de luz de la mañana.
Pero solo una tiene suerte, las otras, en la espera cantan.

Las paredes también hablan,
pero esperan a los vecinos para que haya charla.
Si es domingo y pasean,
hasta ellas se marchan.

La puerta esta siempre abierta.
Hasta su quicio solo llegan alpinistas de la amistad,
la escalada es larga.
Son pocos los que llegan, la cima esta alta.

Dedicado a mi pequeña buhardilla,
que murió como otros muchos hogares,
por amasantes de fortunas y la especulación inmobiliaria.
Que malo es el dinero, querida casa.

© No me importa que copies mis palabras, la mala leche o el amor con las que nacen, me pertenece sólo a mi. 2009


martes, 8 de septiembre de 2009

La batalla de Pozuelo de Alarcón (Madrid)

Estando uno en tan recóndito espacio de paz, de vez en cuando echa una ojeada a la prensa (variada eso si, para ver si entre todos los periódicos haya la verdad), y de repente aparece un titular: "batalla campal en entre jóvenes y policías en Pozuelo. ¿Pozuelo?, si ahí no hay marginalidad.

Uno ke es un romántico, echa la vista a tras y recuerda cuando “maderos” y revoltosos nos zurrábamos de lo lindo, aunque no con ecuanimidad, que todo hay que decirlo. De repente algo se alegra en mi. 

Una juventud reivindicativa, luchando y manifestándose por sus derechos. Plantando cara a un 
gobierno incompetente por una educación mejor.

La noticia me sorprende. Creí que esta juventud estaba dormida (borracha, mas bien) y comienzo a intentar adivinar el motivo de su revuelta. ¿En contra del plan Bolonia que les obligara a trabajar?, ¿por mas servicios deportivos o sociales?, o ¿habrá sido una queja por la poca calidad de la enseñanza que reciben?. ¿En contra de las desigualdades sociales?,¿en apoyo a los derechos de la mujer?. La duda empieza a corroerme y me enfrasco en la letra chica.

Desde luego por las fotos fue dura, ¡caray!, que ímpetu juvenil. A medida que leo el alma se va 
sumergiendo junto con el agua de tan apreciado mueble.

Mi boca se desencaja y algo muy frió recorre mis venas. El motivo de tal algarada no era otro sino el derecho !a seguir emborrachándose¡, no puede ser. Algo tiene que estar mal, !10 policías heridos¡, innumerables destrozos de mobiliario urbano, ataque a una comisaría. Tengo que indagar mas, algo no cuadra en mi cerebro.

Me dirijo al Youtube. Habrá algún video que aclare algo: No se ya ni lo que busco. De repente zass, un aguerrido y valiente joven (desde la acera de enfrente, escondido detrás de un coche) y con una voz transforma de en comic no si por efecto de la cocaína o las hormonas, graba el siguiente video:

(por favor si Uds. acaban de ingerir alimento alguno apaguen los altavoces, en caso contrario, 
escuchen. Pero no me hago responsable de vómitos ni cagaleras inducidas)

http://www.youtube.com/watch?v=4BgyLP869Pc

Bien si aun tienen el cuerpo para "jarana" lean los comentarios de la pagina, antes de que los borren. Es una pena alguno que había (sin desperdicio alguno) de como jóvenes que estaban allí justificaban todo este desparrame.

En los comentarios esta todo dicho.

Luego hagan como yo, sacudan la cabeza, saquéenla de donde la hayan metido y respiren, no sea que se queden como el temerario videoaficionado.

Mira que nunca en mi vida he estado a favor de los uniformados, pero esta vez, tenia la esperanza de ver como los cuerpos del estado, daban esa zurra que los padres deberían ya haber dado a estos niñatos. Los parques son suyos, los transportes publicos y centros de ocío tambien. Escuelas e institutos estan bajo su control, de la casa de sus progenitores mejor no hablar, ahora, ¿la calle tambien?.

Como dice mi buena amiga Marta: "menos mal que tengo fecha de caducidad".

No lo se porqué, aun habiendo evacuado me ha quedado tan mal cuerpo. 

© No me importa que copies mis palabras, la mala leche o el amor con las que nacen, me pertenece sólo a mi. 2009

Una rara habilidad

Tengo una rara habilidad que herede de mis antepasados. Digo “rara” porque ahora casi nadie de mi pueblo sabe utilizarla. A mi tampoco me fue fácil adquirirla, ya que solo mi abuelo y otra persona anciana podían enseñarla. Después de muchos años de trabajo y guiado por sus antiguas enseñanzas lo conseguí y ahora la utilizo con toda normalidad.

Antiguamente –según me contaban- todos poseían la capacidad del vuelo. Igual que yo ahora, los demás se desplazaban a lugares lejanos, observaban lo que veían y lo relataban en largas reuniones cuando el tercer sol se escondía a la luz de las plantas iridiscentes que todos cultivamos en nuestros huertos.

Los ancianos escuchaban los relatos y eran los últimos en hablar. Todos estábamos fascinados con lo que se narraban, pero a veces ni los que habían hecho el vuelo eran capaces de entender lo que veían en sus viajes, de ahí la importancia de que estuviesen los mayores; ellos eran mucho más experimentados. Habían volado mucho más tiempo y conocían lugares mucho más remotos de nuestro cielo. Cuando ellos tomaban la palabra nadie osaba interrumpirles, sus explicaciones eran para mi (un niño), casi tan fascinantes como los relatos y las increíbles cosas que nos explicaban crearon en mi la necesidad de volar cuando fuese adulto.

Hoy desgraciadamente puedo hacerlo, pero ya no hay ancianos en mi pueblo que me expliquen lo que veo. Mi cultura fue exterminada hace unas generaciones por un pueblo guerrero que vino de las montañas azules. Ya quedamos pocos de mi raza y, los que sobrevivimos andamos desperdigados por este mundo.

No obstante os contaré mi último vuelo por si alguien pudiera explicármelo:

“Me encontraba en una gran ciudad con un único sol que ya estaba bajo, tan bajo que parecía que incendiaria en unos minutos los techos de las cuadradas cabañas que, apiladas una encima de otra daban refugio a aquellos seres humanos.

Se lo que es una ciudad, un automóvil y todas estas cosas porque se las oi contar a los ancianos en alguna ocasión.

Yo estaba parado sobre una gran avenida, a mi izquierda un gran bloque de cabañas y por debajo de este una amplia acera con cintas transporta-humanos. Las de mi lado iban para adelante, las del otro lado de la calle regresaban y para pasar de unas a otras (por si alguien quería regresar) había otras que detenían el tráfico y cruzaban la ancha vía de automóviles.

Yo estaba estático flotando sobre las personas que eran arrastradas por las cintas. Gracias a mi invisibilidad, podía estar tanto tiempo como precisase en un lugar para observar bien y luego cambiar a otro casi a la velocidad del pensamiento. Me fui intrigado a un callejón lateral. Allí vi a una persona recostada en unos cartones mientras rebañaba algo que era alimento y miraba al suelo. Todo lo hacia despacio y eso me llamo la atención. Es como si dominase el tiempo de alrededor, hasta su masticar era pausado.

Si miraba uno hacia fuera del callejón todo cambiaba. Las paredes forman un cañón plano que desembocaban en la avenida que vi antes. La luz anaranjada de aquel sol, recortaba las siluetas inmóviles de las otras personas que se movían a distintas velocidades dependiendo de la de su cinta trasportadora, unas más rápido y otras mas pausadamente.

Regrese a la avenida para saber más de ellos. Cada uno iba en una distinta, todas iban en sentido paralelo y tenían el ancho de una persona. Eran de un color metálico sucio y cada una emitía un leve zumbido que, si bien por separado no era muy intenso, al sumarse al de las otras, junto con las del trafico en -ambas direcciones- daba como resultado un sonido casi ensordecedor, pero que a ellos no parecía importarles, y me imagino que captarían los sonidos.

Afortunadamente en mi pueblo podemos cerrar las extremidades de oír y así lo hice, fue un alivio. Esto me permitiría centrarme mas en sus pensamientos y conocer un poco mejor e esas personas. Me concentré una mujer que movía nerviosamente la pierna y miraba muchas veces una moneda plana que llevaba en su brazo. Al parecer quería ver a otra persona, pero solo pensaba y se repetía: llegaré tarde, llegaré tarde. Su cinta iba bastante rápido.

A su lado una prostituta (también me explicaron lo que era eso), en cambio iva mas tranquila y pensando en abrigos de pieles de animales y piedras para adornarse. Mas cerca un hombre joven con unos libros, a los que no debía de querer mucho, ya que los llevaba con muy poco respeto, estaba imaginando a otra mujer joven a la que seguramente  conocería por la expresión de su cara, creo que era el único feliz. El hombre de su lado en cambio, parecía enfermo portaba una pequeña maleta negra y su energía era muy poca, su cara estaba agarrotada y desprendía odio pero no supe hacia quien, yo diría que al resto pero eso no lo entendí.

De repente apareció otro en sentido contrario que agitaba sus brazos y gritaba, bueno aquí todos gritaban bastante pero no tanto como el. Abrí una de mis extremidades de oír y le preste atención “bajaros de las cintas, usar vuestras piernas. Pero no veis que os manipulan”. Y lo repetía una y otra vez. Su cara era como de miedo e ira mezclados. Uno junto a el levanto la cara de un papel blanco con letras pequeñas por un instante y luego siguió leyendo aquello.

Me fije que nadie se chocaba con el, que se apartaban temporalmente de su camino y luego las cintas se alineaban paralelamente de nuevo para seguir su marcha como antes.

Dos guerreros llegaron, lo apresaron y lo metieron en un coche; supongo que lo eran porque llevaban una especie de espada corta y vestían exactamente igual.

Muchas de las cintas se desviaban a la derecha pero otras muchas se hundían en una cueva (también cuadrada)  y metían en el a las personas. Se paraban en una especie de muelles para barcos y allí los dejaban todos en fila. Eran tantos que pensé que si entraban mas los de la primera fila caerían abajo. Pero esto no paso.

De la cueva salio una luz y luego un objeto metálico que luego supuse que era un tren. Pero no sabia que estos iban por cuevas también. Abrió sus puertas por un instante, y todos se empujaron unos a otros a su interior.

Esto me intrigo mucho. Todas esas personas que no se tocaban, que iban cada uno en una cinta separados del resto ahora estaban apretadas unos contra otros de tal forma que ni la hoja de un árbol cabría entre ellos. Tenia que saber que pensaban.

Me fije en uno que miraba hacia el techo. Vaya, parece ser que tendría que visitar al chaman pronto, su energía era muy poca y de alguien que perdió el equilibrio entre la vida y la muerte. A su lado dos jóvenes un varón y una hembra en cambio parecían disfrutar. Este la acariciaba tímidamente mientras miraba para otro lado, ella tampoco lo miraba y me quede perplejo. Es normal que dos jóvenes se acaricien, pero se miran a los ojos en mi pueblo. ¿No se conocerían?, y si es así ¿porque le acariciaba a ella?. La verdad es que nadie se habría enterado de estas caricias furtivas si no tuviese una posición tan buena como la que yo tenía.

En otro de los vagones en cambio una mujer estaba muy enfadada por que alguien la había acariciado sin permiso. Murmuraba cosas su cara demostraba claramente su enfado. A su lado en cambio otro sujeta un libro sobre su cabeza (delante de el no le cabía) y leía sin hacer ningún caso a la mujer enfadada. Jamás vi a alguien antes leer en esta posición.

Seguí sintiendo un poco mas a las personas de aquel vagón, y aunque sus pensamientos eran muy variados predominaban los de las personas enfadadas. Algunos muy enfadados.

Probé en otro vagón, lo mismo. Y en otro, y en otro.

Cuando se detuvo el tren, salieron muchos empujándose también. Cosa que no me extraño mucho ya que muchos estaban enfadados y los que no lo estaban se dejaban empujar. Una cinta de nuevo los saco de allí. Las sombras ahora ya no eran alargadas, el periodo sin luz había llegado y miles de plantas de luz sacaban sombras en todas direcciones de cada uno de ellos. Algunos se montaron en un automóvil mas grande en el que cabían muchas personas y otros se bajaron delante de los edificios de cabañas, se metían en una caja y esta les subía a su cabaña, algunas de ellas muy arriba.

¿Que harían en su cabaña?. Como mis intenciones no eran malas se que no incumplía ninguna de las normas ancestrales del vuelo, por lo que decidí ver como vivían en su interior.

A muchos de ellos no les esperaba nadie en la cabaña, abrían una pared, la volvían a cerrar, se quitaban lo que les cubría los pies y se tiraban en una silla larga que se me antojó blanda. Luego, casi todos ellos encendían una caja con luces dentro que me intrigo. Me introduje en una de ellas para ver que era aquello.

Entonces recordé que alguien ya lo había narrado una vez, lo llamaban televisión y aunque parecía que había personas pequeñas dentro, los ancianos explicaron que se trataba solo de reflejos de las mismas, como cuando te asomas al lago. Lo que me sorprendió una vez mas es que aquellos reflejos de las cajas también estaban enfadados. En un momento la mujer, se levanto de la silla penosamente -por lo que deduje que no tenía buenos músculos- aunque no era anciana; saco una cajita de otra caja con luz blanca y la metió de nuevo en otra caja más pequeña de luz amarilla. Saco agua de un tubo, la echo en un baso extraño, abrió de nuevo la caja mas pequeña de luz amarilla y se marcho otra vez a la silla. La cajita parecía contener algún tipo de alimento, y ahora estaba caliente. Miraba la caja de reflejos y comía, miraba y comía. Como todo esto me parecía aburrido me metí en otra y me di cuenta de algo; ¡!las cabañas no estaban comunicadas¡¡, ¿Cómo se hablarían con los de la cabaña de al lado?, bueno tendrían otra pared que se abriría cuando quisiesen hacerlo, supuse.

En la otra cabaña había niños, pero estaban encerrados con sus cajas de reflejos, y los que parecían sus padres se gritaban enfadados en la parte mayor de la cabaña, también tenían caja de imágenes, pero no la miraban.

Pase a otra, y luego a otra. Casi todas iguales por dentro ¿es que aquí no se hacía cada uno su propia cabaña?. Imaginé que para ponerlas unas encima de otras habrían necesitado de la ayuda de los vecinos, entonces, ¿Por qué no se juntaban con ellos?, ni siquiera vi a uno de ellos hablando con el de la cabaña de al lado. También me fije que en todas ellas había una o más de esas cajas de imágenes y otras más pequeñas y blancas con letras. Todos se ponían delante de alguna de ellas y las miraban o daban con los dedos encima de cuadraditos pequeños; en estas últimas, había menos reflejos de personas y más letras.

No entendía casi nada y empezaba a estar cansado. Había visto muchas cosas y casi ninguna de ellas tenia mucho sentido para mi. En mi viaje de vuelta a mi hogar, seguía rondándome por mi mente una pregunta: ¿Qué clase de pueblo esta todo el día solo sobe una cinta, y cuando no hay luz y vuelven a su cabaña o siguen enfadados y se gritan, o miran una caja con luces y no hablan entre ellos?.

Me pareció un pueblo muy triste.”

¿Vosotros podéis explicarme algo?. Ya no hay personas mayores en mi tribu para hacerlo.


© No me importa que copies mis palabras, la mala leche o el amor con las que nacen, me pertenece sólo a mi. 2009

lunes, 7 de septiembre de 2009

Toda convivenvia es posible

Introducción

En esta sección pondré esas imágenes que sin saber porqué entran y se quedan. Demostrando una vez mas que los sentidos los controla el cerebro, no nosotros.

Estan po ahi por la Red, yo solo las destaco.

viernes, 4 de septiembre de 2009

¡No quiero mas sellos!

Andaba uno por aquí, en sus “cosas”, !ejem..¡, y he decidido darle un uso a la cabeza, ya que está no tenia otra cosa que hacer (aquí no es muy necesaria su colaboración).

Me ha asaltado la siguiente duda: ¿Cómo hacen que funcione y se mantenga este “tinglao” social?, ¿que mecanismos utilizan para tenernos a cada uno en “su” sitio?, ¿que armas acciona la sociedad para que seamos todos obedientes y sumisos?.

Bueno yo he llegado a la siguiente conclusión. No es que este probada científicamente ni sea la mas acertada, pero al fin en un lugar así cada uno puede sacar la suya, hay tiempo y tranquilidad suficiente para hacerla.

Teoría de los sellos:

Cuando aterrizamos en este mundo. Cada uno en su país, ciudad o pueblo. Además de “apechugar” con las reglas sociales correspondientes a la cultura dominante del momento histórico de nacer, le entregan a uno una cartilla.

Claro un recién nacido ni tiene ni idea de que hacer con un objeto así. No pasa nada, en el momento que abre los ojos y oídos ya se lo irán explicando, de eso se encarga la publicidad.

Los medios de comunicación (mención especial hecha para el ayudante por excelencia del “Gran Hermano” Orweliano, la televisión) utilizan a los padres para manipular a sus hijos, o viceversa. La mente de los “creativos” es tan enrevesada que a veces usan a los hijos para llegar a sus progenitores.

 Bien, en este chaparrón de ideas que nos inunda hay una teoría subyacente: cuantos mas sellos consigna mas feliz será. ¿En que consisten esos sellos?.

 Imaginase usted en la puerta de una discoteca, si cumple los requisitos aleatorios exigidos por un portero cuyo uno atributo consiste en ser grande, no me refiero al cerebro, sino al cuerpo, puede acceder a su interior y le ponen a uno un sello (normalmente en el dorso de la mano) que usted no ha solicitado.

 La vida es igual. Si usted cumple una serie de requisitos recibe un sello en su brazo (el derecho, claro). Que nace sano, zass... su primer tamponazo.

(desgraciadamente las personas que nacen con algún tipo de disfunción, anomalía o enfermedad no son “premiados” con este, su primer sello y tendrán muy  comprometido el derecho a conseguir los sucesivos).

 Mas tarde es bautizado, ¡!enhorabuena¡¡ ya tiene su segundo sello. Si realiza la primera  comunión, otro más.

 Aquí habría que hacer un inciso aclaratorio. Como habrán observado la complicidad entre el Estado (¿laico?) y la Iglesia en estos primeros sellos es notoria. Y no se preocupe, aunque no sea creyente o practique la religión cristiana ya recibirá “presión” suficiente para que su retoño haga ese rito.

Una vez ya poseso del espíritu divino, el pobre niño va recibiendo mas sellos a condición de ir aprobando cursos de un “educación” cuando menos cuestionable. Si los tiene todos en su haber, ya puede acceder a uno de mas categoría el que le otorga una universidad cualquiera. Este sello es grandemente valorado por el sistema, no por su valor, ya que no suelen servir para mucho, pero si como objeto para mostrar orgullosamente en sociedad.

Ya entra usted en una edad “adulta” y los mensajes son más claros y directos. Por fin comprende que cuantos mas sellos mas feliz será, al menos eso le “venden” los charlatanes del sistema.

Lógicamente una novia “formal” le dará a usted otro sello, si se casa además, pues otro. Aparentemente son gratis. A continuación deberá comprar un piso, al precio que sea, si desea otro sello.

Empieza a creer que la esperanzada felicidad esta más cerca ya que posee gran número de sellos, pero aun necesita más. Un coche, por ejemplo, sin el no conseguirá el preciado galardón. Aquí si es directamente proporcional, cuanto mas grande sea el vehículo, más grande será el sello correspondiente.

Que tiene un hijo, otro sello. Es la recompensa por seguir fielmente el protocolo social. Si tiene mas hijos recibe mas sellos pero estos son ya de segunda categoría.

Teóricamente tendrá su cartilla casi completa, pero siempre hay algunos “extra” para competir con sus vecinos. El ser un “borrego” seguidor de un club de fútbol le otorgará otro. Estos sellos adicionales varían de valor en función de la “categoría” de la asociación a la que pertenezca, así por ejemplo, no tendrá la misma valoración popular el pertenecer al Club de montaña de Vallecas (en Madrid) que ser miembro del Club Maritimo de San Sebastián (si ambos existen), ¡¡ donde va usted aparar ¡¡. Colaborar con una institución benéfica, ser funcionario, etc. Como dije estos son “opcionales”.

Pero cuidado, que también existen sellos “negativos” es decir aquellos que anulan la valía de los estampados en su brazo derecho. Si le “cascan” alguno en su brazo izquierdo por perdida de puntos en su carné de conducir, por tener antecedentes penales, por no ir a la moda; o por tener la desgracia de terminar en un centro penitenciario, o incumplir cualquiera de las arbitrarias leyes.Habrá perdido muchos sellos por los que tendrá que luchar denostadamente de nuevo, y nadie le garantiza que lo pueda hacer.

Bien, si ha sido “bueno”, solo necesita usted el último: un gran funeral en el día de su defunción. Si es ostentoso, mejor. Con el recibirá el ultimo y deseado sello y su cartilla se habrá completado, al fin. Ahora ya puede disfrutar de la Felicidad (así con mayúsculas) plena que durante tantos años bahía perseguido. Ahora ya es el merecedor de tan luchado triunfo. Ahora ya será la envidia de sus vecinos y le lloverán felicitaciones por todos los lados, incluso alguna condecoración por parte de los gobernantes.  Felicitaciones, ya puede ser usted dichoso.

Sólo hay un pequeño problema: usted está muerto.

© No me importa que copies mis palabras, la mala leche o el amor con las que nacen me pertenece solo a mi. 2009


miércoles, 2 de septiembre de 2009

¿Fue alguna vez un viaje?

Desde que paramos a comer habíamos recorrido varios kilómetros de aburridas carreteras, oíamos música y apenas si hablábamos, la niña en el asiento trasero es normal que empezase a estar inquieta, aunque se distraía un poco con lo que veía alrededor, cualquiera mantiene a un diablillo mucho tiempo sentado.

Cogí el primer camino a la derecha y llegamos a una suave ladera sobre una pequeña playa, fue abrir el coche y no se sabe quien salio primero, si mi perra o la niña.

Me senté sobre la ondulante hierba, que como anémonas agitadas por las mareas bailaban al unísono, solo que era el aire el que hacia de medio marino; una brisa fresca que nos sumerio a todos los cabellos en el mismo ritmos de la pradera.

El suelo era blando, mullido y comprendí que era mi mar, la mar del norte. Me senté de cara a sus olas mientras tu dabas algún consejo a la niña mientras cerrabas su cremallera; la verdad es ella lo que necesitaba era correr, pero aguantaba sin mucha intención tu exceso de mimo.

Te acercaste hacia mí poco a poco, abrazándote a ti misma para pedirme un poco de calor sin abrir la boca, miraste otra vez a tu espalda, para comprobar que tu retoño seguía bien y te sentaste entre mis  piernas, tímidamente al principio. Después comenzaste a arquear tu espalda, como lo hace un cachorro buscando el cariño de su madre hasta que mi pecho se acoplo a tu cuerpo. Juntaste mis muslos a los tuyos para que ni una pizca de calor se desperdiciase.

Te abracé por los hombros como lo hace una hiedra a su tronco de árbol, con energía pero sin asfixiarlo, por que sabe lo que depende de el. Tus manos colgaban de mi muñeca y mi brazo placidamente y tu cabeza desplazo la mía lo suficiente para apoyarse en mi cuello y acariciar mi cara con un presión suave.

Ahora que conseguiste la postura perfecta todo era lento baile de hierba alrededor, tus cabellos y los míos se enredaban y jugaban a algún juego extraño que solo el viento comprendía. Yo notaba como mi calor salía y entraba en ti si barreras, notaba como tu corazón buscaba el compás del mío hasta que solo hubo un latido.

Lógicamente no podía ver tu cara, pero cuando frote suavemente mi mejilla con tu cabeza sabía que reías. Una sonrisa limpia, blanda, y lo supe por que apretaste sutilmente mi brazo, para volver a relajar tu palma que extendiste de nuevo aun mas para abarcar nueva superficie. Era una sonrisa relajada, tendida sobre las olas exhaustas que regresaban suavemente a la mar. No había ni un solo músculo tenso en todo tu cuerpo e ibas dejando reposar todo tu dolor en mi pecho, poco a poco, lo justo para que la presión no me empujase de espaldas y me hiciese perder ese equilibrio perfecto.

Por primera vez desde que te conocí te sentí tranquila, en quietud, con fuerza, con alegría, y el lánguido sol resbalaba sobre ti casi sin tocarte, con todo el respeto de una tierna caricia.

Yo noté que cerraste los ojos una vez, mientras absorbías aire con lentitud pero profundamente, pero también sabía que no dejarías de controlar a tu cachorro por muy bien que te sintieses. Que era el reposo atento de un guerrero de paz, que sabe que mientras hay movimiento la lucha continua. Pero ni a ti ni a mi nos preocupaba nada, todo estaba bien.

Alguien con cara forjada en la embestida de las olas, y cicatrices de sal en sus arrugas pasó junto a nosotros, toscamente y educadamente oímos un “hola pareja” y siguió su camino sin darnos más importancia. Giraste tu cabeza sorprendida, le sonreíste y mostrándole tu palma le devolviste al saludo, luego, aprovechando el movimiento te ajustaste mas a mi, si es que eso fuese posible, y buscaste de nuevo el hueco de tu cabeza ahora con mas derecho.

No se cuanto tiempo estuvimos así en silencio, pero igual que una ardilla inquieta, saltaste de entre mis piernas para arropar a la niña y decirle que el recreo había terminado, cuando iba con mi perra hacia el coche, te acercaste a mi, te pusiste de rodillas delante, me miraste levemente, como para mostrarme tu sonrisa, y pusiste tus labios sobre los míos, calidos, esponjosos, y amantes; el tiempo suficiente para darme un “gracias” autentico, una esperanza. De esos que el tiempo nunca puede borrar de una mente que sea mínimamente sensible, tiraste de mis brazos para ayudarme a levantarme y sutilmente me encaminaste hacia mi puesto, el de conductor.

La niña tapadita y la perra desaparecieron al instante, las carreras por la playa pasaron rápidamente factura y dormían placidamente. Tu junto a mi fumabas un cigarrillo con la mayor calma que vi a nadie fumar en mi vida. Tu mano estaba ahora sobre la mía en la palanca de cambios, no apoyada sino flotando sobre ella.

Tu mirada estaba al fin en el asfalto, delante de nosotros, y tus yemas buscaban las venas del dorso de mi mano suavemente, como recorriendo carreteras infinitas de algún viaje soñado, de algún destino desconocido.

Recuerdos con alguien quiero y que nunca olvido

© No me importa que copies mis palabras, la mala leche o el amor con las que nacen me pertenece solo a mi. 2009

Unas palabras



  Creo que fue un domingo, en realidad, da igual  que dia de la semana que sucedió.

  Acababa de doblar la enésima esquina cuando escuché una voz de niño diciendo: “…!anda¡, le pides dinero y te da un papel”. Como me pareció un comentario gracioso desande mis pasos para volver a asomarme a la esquina que acababa de pasar y vi como una madre acompañada de un marido rechoncho terminaba su operación en  el cajero de un banco y recogía el “papel”.

  “Es el recibo, hijo” aleccionaba a su churrumbel   con voz cansina mientras este pasaba bajo mis pies respondiendo con un ¡Ah!, que son de esos “Ahs” que no sabes si son el principio de un “¡Ah!, ya lo sabia” un “¡Ah! De compromiso  o un “!a … mi que me importa!” tan típico de su edad.

  Me hizo gracia el comentario rutinario del señor rechoncho que como una letanía debía repetir unas veinte veces al día : “no corráis”. Cuando me esquivaron como una exhalación y comprendí que mas bien estaban entrenados para correr que para andar tranquilamente.

  Iba a poner mis pies en el ultimo escalón de la Plaza Nueva ;se que era el ultimo porque cuando llegas a esas magnificas plazas amplias que hay en el centro de casi todos los cascos antiguos de las ciudades es como volver a nacer, salir de un útero oscuro para pasar a un mundo de luz que mas te vale te pille con las gafas de sol a mano. (Efectivamente era domingo, en mi ciudad solo este día de la semana hay sol). Cuando otro par de chavales me increparon de repente : “Señor vaya a decirle unas palabras a mi padre”, y lo repetían de nuevo mientras giraban en torno a mi.

  La verdad es que no les hice mucho caso. Mientras, pensaba en lo mal que me sentaba la palabra “Señor”, uno que recién estrenaba los “cuarenta y tantos” y ya le llaman señor…

  “Señor vaya a decirle unas palabras a nuestro padre, es un momentito”, no se todavía si me convencieron por su insistencia, su educación a la hora de hablarme o que revoloteaban tan exquisitamente a mi alrededor que en ningún momento se interfirieron en mi espacio vital que me  encontré de nuevo retrocediendo  agarrado de la mano del mas pequeño, que me enseñaba el camino con esa  expresión de felicidad que da el trabajo bien hecho.

  Cuando llegué al establecimiento de su padre me di cuenta que era de esos que se camuflan con los sucios sillares del entorno y que desde luego yo nunca habría reparado en que allí había una tienda de algo.  Antes de entrar me largo el mayor un bolígrafo azul celeste cuyo caperuzón y cuerpo eran del mismo color, mientras me señalaba un grueso libro apoyado en  una mesita a la izquierda de la puerta. Vi que se trataba de un libro de visitas o algo así, mientras lo inspeccionaba distraídamente destapé el bolígrafo pensando en que iba a escribir, con tan mala suerte que salio volando para caer en una vieja papelera contigua de esas antiguas, como de red de baloncesto pero con fondo.

  Cuando me incline para recuperarlo y colocarlo en la parte de atrás del boli ,vi que  en el interior de la papelera, sobre una montaña de bolas de papel, como de guiones desechados y arrugados, al menos dos bolígrafos rojos, uno verde y otro azul oscuro con toda la pinta de estar gastados, y con toda la pinta de ser un lote de esos comprados al por mayor, todos iguales y pensé: “caramba ,pues si que ha firmado gente”.

  Me incliné sobre el grueso volumen y escribí: “unas palabras para su padre… con cariño, Yo”. La verdad es que no se me ocurrió nada mejor. Devolví el bolígrafo al chaval y me mostró la entrada como una sutil invitación. Entré dentro y comprendí que estaba totalmente mimetizada con las calles del entorno, aquí dentro no solo no eran necesarias las gafas de sol –como en los modernos comercios- sino que mas bien se agradecía algún punto de luz extra.

  Llegue a unas escaleras cuyo desarrollo se notaba claramente que había sido hecho para ampliar el espacio de almacenamiento del piso inferior que para proteger la crisma de los torpes como yo. Cuando por seguridad me agarre a la barandilla palpe lo que mis pies ya habían palpado: la erosión que tenían los peldaños era como pisar en una bañera tras otra, ¿Cuántos zapatos habrían trabajado conjuntamente para diseñar esa forma de cuenco?.

  Estaba en esos pensamientos cuando comprendí que era una antigua librería, de esas que las tapas de los libros aún no tenían colomines y menos color blanco, allí nada era blanco, a lo sumo “amarillento nicotina” si es que existe ese color.

  Supe que era una librería no por que pudiese apreciar aun algún volumen, sino por que a medida que descendía por esas escaleras de caracol borracho iba entrando en mi nariz ese característico olor de papel, tinta y humedad mezclado a partes iguales.

  Cuando pisé le suelo firme –que no lo era tanto- ya pude ver las vetustas estanterías de madera cuyo único tratamiento era el paso del tiempo, ya que no conocía pintura alguna  que diese  esa tonalidad distintiva a antiguo.

  El caso es que había demasiado silencio cuando llegué a un cuarto en el fondo que hubo de hacer las funciones de despacho en cuyo suelo había los restos típicos de un ágape, es decir palillos y papelillos alfombrando la tarima de oscuro y curado roble. ¿Qué demonios hago yo aquí cuando ni soy un lector enfebrecido, ni había nunca pisado ese local? Me estaba preguntando cuando una luz (luz natural, claro, el resto de luces brillaba por su ausencia) me llevó al final del despacho que desembocaba en unas escaleras de piedra que bajaban aun mas a un patio soleado que tenía una salida a la calle. El estado de estas escaleras no hace falta describirlo, digamos que “usadas”.

  Bajaba yo despacito y con la vista en cada peldaño que es lo que la prudencia aconsejaba cuando por la otra esquina apareció una pareja de unos cincuenta y tantos apresurados y gritando: “Don Severiano, Don Severiano”….

  Cuando mire en al dirección que ellos lo hacían ,observé a un señor anciano que era arrastrado cariñosamente por una mujer joven (casado en segundas nupcias, pensé). Este al oír que lo llamaban giró su cabeza y alzando su mano  derecha en la que portaba el sombrero saludó alegremente a las personas que lo llamaban.

  Entonces si que me quedé con las ganas de haberle podido decir unas palabras a aquella persona. Su rostro amigable y rosado estaba recorrido por esas arrugas de expresión , esas que ahora todos se empeñan en borrar mediante modernas técnicas. Pero eran letras mas que marcas, ya que se podía leer con nitidez que su portador era un anciano alegre y jovial . Ojalá muchos planos de carreteras, con los que todos nos hemos perdido alguna vez, fuesen tan claros como los meandros de su piel.

  La ternura que desprendía, esos ojos pequeños como de ratoncillo travieso y la felicidad que iba dejando tras sus pasos, me hicieron caer en la cuenta de que acababa de perder la oportunidad de conocer al ultimo hombre feliz que poblaba aquel casco viejo de la ciudad. Aquellas calles de tertulia, alegría discutidora y tiempo calmo que ya no volverían.

“Adios, Don Severiano”, murmuré en bajito, para no hacerle perder mas tiempo ya que tenía el típico aspecto de persona que llega tarde a todos los sitios.

 Cuento breve para un desayuno de mi compañera

© No me importa que copies mis palabras, la mala leche o el amor con las que nacen me pertenece solo a mi. 2009 

Entradilla

En esta seccion escribiré esas historias cortas que se me van ocurriendo "sobre la marcha". Pequeños cuentos para que podais llegar hasta el final.

Espero que os agraden.

El sufrimiento del amor

Querida Ariazna:

encontré por ahí un retazo de una carta rota, de un corazón roto y pensé que te gustaría tenerlo. Otro día te enviaré una de amor, esta es de dolor. Espero me perdones.

"Antes de nada una cosa, no quiero que me contestes a esta carta, simplemente quiero que sepas como me siento.

Te mando otra cosa que te escribí cuando recibí tu último mail, ya no me acuerdo muy bien lo que ponía y tampoco me apetece leerlo de nuevo.

Espero no molestarte ni quitarte tu tiempo con estas tonterías, me gustaría no estar escribiéndote ahora mismo. Tampoco se si es el momento, pero no se que sientes ni como sientes. Es mas me gustaría no constantemente pensar en ti, en como estarás, que harás o si eres feliz en estos momentos pero sencillamente no puedo.

Creí que era una persona que se adaptaba muy bien a las circunstancias, que podía controlar mis sentimientos y me ha dado cuenta de que contigo no puedo. No se si te echo en falta a ti o a los sentimientos que compartíamos cuando estamos juntos. No quiero renunciar a la felicidad que me das, ni estar sin ver tus ojos ni tu cara; es mas cada vez que alguien me recuerda ti por la calle tengo una rara sensación en el estomago, es como una corriente de aire caliente que me deja vacío. 

Este silencio (que me has impuesto) me ha hecho darme cuenta de cuanto te necesito, de que mi amor por ti es mucho más grande de lo que pensaba. No puedo dejar de mirar el móvil o el correo para tener alguna noticia tuya. Me pregunto si tú estarás pasando lo mismo que yo, si en realidad en algún momento te acuerdas de mí o simplemente es lo que no quieres.

En realidad no se absolutamente nada de cómo te sientes, de si te ayudo en algo o por el contrario te molesto. No se que te esta pasando por la cabeza, no se porque tanto tiempo sin una sola palabra tuya. 

No entiendo por que no quieres compartir conmigo tus sentimientos, sean buenos o no."

... ya ves amada, en la vida hay todo tipo de sentimientos, formas de expresarlos.

 Hasta otra, tu querido Sir.

© No me importa que copies mis palabras, la mala leche o el amor con las que nacen me pertenece solo a mi. 2009