sábado, 12 de septiembre de 2009

Era mi casa

Vivo en una casa que es como un señor tripas arriba.
Solo veo gaviotas pasar por sus ventanas.
Pero cuando llueve, se le empapan las gafas,
y parece que el señor esta triste, pero no pasa nada.

Desde aquí no veo el suelo,
ni la gente mala.
Y los muebles se agachan y doblan la espalda.
En mi casa los bajitos son felices, ellos tienen mas distancia.

Cuando sopla mucho el viento,
todas las tejas bailan.
Y las nubes salen corriendo, para estar en otro sitio mañana.
Tienen que regar los campos y mojar las aceras.

Como los oídos están para arriba,
tampoco oímos nada.
Pero si escuchas atento, oyes la mar lejana.
Como en plegaria, calma.

Cuando las musas llegan,
se llena toda la sala.
Hasta la pobre perra, tiene que andar de espaldas.
Pero nos apañamos, la compañía es sana.

El sol cuando entra,
es cuadradito y las baldosas saltan.
Todas quieren recibir un poco de luz de la mañana.
Pero solo una tiene suerte, las otras, en la espera cantan.

Las paredes también hablan,
pero esperan a los vecinos para que haya charla.
Si es domingo y pasean,
hasta ellas se marchan.

La puerta esta siempre abierta.
Hasta su quicio solo llegan alpinistas de la amistad,
la escalada es larga.
Son pocos los que llegan, la cima esta alta.

Dedicado a mi pequeña buhardilla,
que murió como otros muchos hogares,
por amasantes de fortunas y la especulación inmobiliaria.
Que malo es el dinero, querida casa.

© No me importa que copies mis palabras, la mala leche o el amor con las que nacen, me pertenece sólo a mi. 2009


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